20 años de hermanamiento: bengaleo sorpresa

La noche cae en Vallekas. Cielo cerrado, frío de invierno. La niebla se abre a nuestro paso. Parque de las Tetas, Madrid como testigo. Acento gaditano, hospitalidad vallekana. De la Tacita al Valle para caminar juntos a lo más alto de la ciudad. Paseo a la incertidumbre, conversaciones cómplices sobre un mar de lejanas luces. Arriba, la oscuridad. Y de ella surge la luz.

Hermandad, una palabra tan corta y con tanto significado. Sí, al menos para los que le seguimos dando su verdadero significado. Se habla de amistad, de camaradas, de hermanos, con una facilidad pasmosa, casi frivolidad. En el otro extremo de la ignorancia se critican amistades forjadas en el paso del tiempo, hermanamientos surgidos cuando la mayoría de los que hoy pueblan las gradas aún no habían nacido. El nuestro, uno de los más longevos y quizá de los más auténticos, supera ya las dos décadas. Veinte años después no solo sigue vigente, no solo ha sobrevivido al paso de los años, de las generaciones, sino que las venideras, las que ya han llegado a cada grupo, ya tienen claro cuál es su segunda casa y quiénes sus hermanos.

De voz de alguno de los que han escrito las páginas de esta ya larga historia, conocimos detalles, situaciones, anécdotas. Tocaba seguir dando rienda suelta a los recuerdos en la cena navideña, pero antes otro regalo sorpresa para dar el pistoletazo, más bien bengalazo, de salida a la celebración del hermanamiento en Vallekas. La luz no se apaga, la llama sigue más viva que nunca.